Escudo: La gran cruz de calatrava ha
sido tomada como símbolo de la orden de predicadores desde 1216, extrayéndola
del escudo de armas de la casa de Guzmán, familia de santos dominicos.
El color negro: Es el símbolo de penitencia de
esfuerzo, de superación, punto de partida hacia la perfección, de mortificación
para lograr un triunfo.
El Color Blanco: Es el color perfecto, símbolo
de pureza, de gozo, de alegría, de luz, de verdad, es la armadura del joven que
quiere buscar la verdad por medio del estudio.
El color amarillo: Es luz que
ilumina nuestro sendero, significa la riqueza espiritual, de pensamiento, de
acciones nobles hacia los demás, de sabiduría y de ciencia.
Alabar: Es un deber de toda criatura
frente a su creador, por el cual la criatura reconoce la belleza de su creador
y la pequeñez de ella misma. Domingo quiso que este oficio fuera también para
su Orden, porque hasta esa época, era exclusivo de la Ordenes monásticas y
canónicas, que hacían del oficio el corazón de su trabajo. Para Santo Domingo
la alabanza es la que le da vitalidad a la predicación del dominico. La
alabanza va llenando la vida del dominico, impidiendo que ese día sea absorbido
por lo mundano que pasa; evita que la fugacidad de las cosas pierda el día y
este se escape. “Desde el Ángelus, hasta el Salve, el dominico debe alabar al
Señor”. Entonces, esto de “hablar con Dios y de Dios”, se hace realidad, porque
para santo Domingo la alabanza le pone al apóstol la meta hacia donde debe
dirigirse el alma. La alabanza va impregnando el pensamiento y el alma de los
misterios de Cristo. Celebro la vida del que amo, y del que después puedo
hablar por abundancia del amor. Estamos llamados a tocar la realidad. En la
alabanza se produce el milagro de hablar de lo que hemos visto y oído.
Bendecir (Benedicere): Es una Orden sacerdotal canonical, por eso tomó la regla de San
Agustín, que era propia de las reglas sacerdotales, y pidió a sus hermanos ser
fieles a sus compromisos canónicos, que no dejen esta condición sacerdotal.
Santo Domingo, no sólo quiere predicar, sino salvar a los hombres, asumir el
oficio redentor del Verbo. De la humanidad de Cristo, Domingo y sus hijos,
quieren ser servidores, ministros, porque Jesús ha querido participar su
sacerdocio, para ser mediador entre Dios y los hombres, con el inmenso poder de
comunicar la pascua del Señor, los frutos de la redención, por eso se dice que
es una orden canónica. Santo Domingo ha querido hacerse ministro y predicador
de la gracia, que es irrenunciable para el dominico. ¿Cómo no va a dejar este
legado sacerdotal, aquel que no podía terminar la Misa sin ponerse a llorar?.
Quiere asemejarse tanto al único sacerdote, que es capaz de desgarrarse en un
grito de angustia: “¿Padre, qué será de los pecadores? ”Es el ser de todo
dominico “Amar a todos y en todos ser amados”. Esto es lo que Santo Domingo le
pedía a Dios: caridad, para entregarse el mismo por la salvación de los
hombres.
Predicar (Praedicare): Así como la alabanza
está en primer lugar, la predicación está en último lugar; porque así lo ha
entendido nuestro padre, como una conquista, una consecuencia, y como el fin
último hacia el cual Santo Domingo ha querido orientar a sus hijos. El modo en
que Santo Domingo ha querido imprimir un rasgo en su Orden, es el oficio del
Verbo, ser palabra viva y eficaz de revelación y salvación. Por eso es que la
Orden tiene esta constante figura, como modelo, “la predicación de Jesucristo”.
Esta función por primera vez la iglesia, la confía a la Orden de Santo Domingo.
En las primeras constituciones de la Orden, Santo Domingo establece que la
orden desde sus orígenes fue instituida para la predicación y salvación de las
almas. La Orden de predicadores es la única institución eclesial que tiene como
función y como vida la predicación. En la Bula de Diciembre de 1.221, Honorio
III aprueba la Orden, y reconoce que Dios mismo ha inspirado este carisma:
“ustedes son predicadores”. Es la firma de la propia Iglesia.